Pueblo, desde hace veinte años,
tus
casas se encuentran vacías
y muertas
tus calles están;
quedan tus
campos baldíos,
poblados de
abrojos, que crecen sedientos
en esta
desolación.
Pero vendrá el día en que
una nueva
gente repreñe tu entraña
y vuelvas a
florecer.
(Recitado):
El abandono, en algunos casos total,
que muchos
pueblos han sufrido y sufren
por parte de
las personas que un día
emigraron
hacia las grandes úrbes
-en las
cuales, allá por los “60”
anidó la
gallina de los “huevos de oro”...-,
sumió -y aun
sume hoy-
a muchas
poblaciones y campos
en una
silente melancolía.
La cual, da la impresión
de que no
solamente proviene de las casas,
de las
tierras y de las herramientas abandonadas...,
sino que con
la de éstas se reúne la nostalgia
que por
ellas tiene más de un ser humano,
que en
alguna multitudinaria calle o fábrica
se siente
solo y engañado...
Pero, paradójicamente,
de este
ambiente de general desencanto,
va surgiendo
un tipo de ser humano
con una
mentalidad distinta;
dispuesto a
afrontar la aventura de vivir
en un medio
en el que sus relaciones
con los
demás y con la Naturaleza
ya no se
basarán en la competitividad
y producción
irracionales...,
sino en la
solidaridad,
y en la
producción y consumo
de aquello
que más favorezca
el óptimo
desarrollo integral
de su
persona. (Fin de recitado).
Pueblo, desde hace unos meses,
tus casas y
calles están rehabitadas por gente otra vez.
Gentes que
traen nueva savia,
cultivan el
campo, cultivan el arte,
conviviendo
en paz y bien.
Y no se irán
a la ciudad
a hacerse
más ricos, para darle al hijo
un porvenir
de “señor”.
Ahora en el pueblo cada día es fiesta
sin que lo
indique ningún almanaque,
todos disfrutan mientras que trabajan,
todos
aprenden mientras se divierten;
saben cuando
hay que laborar la tierra,
saben cuando
y cómo plantar un árbol,
hacen teatro
y alfarería,
tejen su ropa e interpretan música.
La mañana
viene sonriendo
y la reciben
cantando, contentos;
regocijados
se van a los campos
a recoger lo
que un día sembraron
en esta
tierra que a todos acoge
y a todos
nutre y a todos alegra,
y a todos da
su justa recompensa
que
guardarán en la común despensa.
Trabajando
están en armonía,
nadie
protesta, nadie se escabulle;
y cuando
alguno queda rezagado
pronto
recibe ayuda del de al lado.
Dichos
hombres, dichosas mujeres,
que aun
arriesgando incluso vuestras vidas
habéis
sabido transformar la historia
Y a vuestros
hijos dar feliz memoria.
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